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La vendedora de cerillas (cuento para dormir)

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Introducción al cuento La vendedora de cerillas

¿Te gustan los cuentos que te hacen sentir cosas? ¿Te gustan los cuentos que te hacen pensar? Entonces te va a gustar el siguiente cuento. Se llama La vendedora de cerillas y es un cuento muy famoso escrito por Hans Christian Andersen, un escritor danés que vivió hace muchos años.

Este cuento trata sobre una niña muy pobre que tiene que vender cerillas en la calle para poder comer. Pero nadie le compra nada y ella se queda sola y congelada en la última noche del año. Entonces decide encender una cerilla para calentarse un poco y ver si puede ver a su abuela, que era la única persona que la quería.

¿Qué crees que pasará? ¿Qué verá la niña en el fuego de las cerillas? ¿Podrá reunirse con su abuela? ¿Será feliz al final?

Si quieres saberlo, sigue leyendo este cuento tan bonito y tan triste a la vez. Te aseguro que no te dejará indiferente.

Cuento de La vendedora de cerillas

Era la última noche del año, una noche fría y oscura, cubierta de nieve. Por las calles transitaban las personas apresuradas, cargando bolsas con regalos y comida para celebrar la Nochevieja. Nadie se fijaba en la pequeña niña que caminaba descalza y harapienta, con un delantal lleno de cajas de cerillas y una en la mano.

La niña había salido esa mañana a vender cerillas, pero nadie le había comprado nada. Su padre le había dicho que no volviera a casa sin haber vendido todas las cajas, pues necesitaban el dinero para comer. La niña tenía miedo de volver a casa y recibir un castigo, así que seguía caminando por las calles, buscando algún comprador.

Pero nadie se detenía a mirarla. Todos pasaban de largo, indiferentes o impacientes. La vendedora de cerillas sentía cada vez más frío y hambre. Sus pies estaban helados y sus manos entumecidas. Su vestido estaba roto y sucio. Su cabello rubio estaba revuelto por el viento.

La niña se acercó a una esquina donde había una farola encendida. Allí se sentó en el suelo y se abrazó las rodillas para darse un poco de calor. Miró a su alrededor y vio las luces y los adornos de las casas donde las familias se preparaban para festejar el Año Nuevo.

¡Qué felices deben ser! -pensó la niña-. ¡Ojalá yo tuviera una familia así!

Entonces recordó que tenía una abuela que la quería mucho y que siempre le contaba cuentos maravillosos. Pero su abuela había muerto hacía poco tiempo y la niña se había quedado sola con su padre, que era un hombre malo y borracho.

¡Cómo extraño a mi abuela! -suspiró la niña-. ¡Si pudiera verla otra vez!

De pronto tuvo una idea: tal vez si encendía una cerilla podría ver a su abuela en el fuego. Recordó que su abuela le había dicho que cuando alguien muere se convierte en una estrella en el cielo.

Quizás mi abuela sea una de esas estrellas -pensó la niña-. Voy a encender una cerilla para ver si puedo encontrarla.

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La niña tomó una cerilla de su caja y la frotó contra la pared. La cerilla se encendió con un chisporroteo y proyectó una luz amarilla sobre la nieve.

La niña miró al cielo y buscó entre las estrellas alguna que fuera más brillante o más bonita que las demás.

¿Será esa? -se preguntó señalando una estrella grande y roja-. ¿O esa otra? -dijo señalando otra estrella pequeña y azul-.

Pero ninguna le parecía ser su abuela.

La cerilla se consumió pronto y se apagó dejando un hilo de humo gris.

La niña sintió más frío aún sin la luz de la cerilla.

Voy a encender otra -decidió-. Tal vez esta vez encuentre a mi abuela.

Encendió otra cerilla con más cuidado para que durara más tiempo.

Esta vez miró hacia las ventanas iluminadas de las casas cercanas.

En una ventana vio un árbol de Navidad lleno de luces, bolas y guirnaldas. Debajo del árbol había muchos regalos envueltos en papel de colores. La niña se imaginó que esos regalos eran para los niños que vivían en esa casa.

¡Qué bonito debe ser recibir regalos! -pensó la niña-. ¡Yo nunca he recibido ninguno!

La cerilla se apagó y la niña volvió a quedarse a oscuras.

Voy a encender otra más -dijo la niña-. A lo mejor veo algo más bonito.

Encendió otra cerilla y esta vez miró hacia otra ventana.

En esa ventana vio una mesa llena de comida deliciosa: un pavo asado, una torta de chocolate, frutas y dulces. La vendedora de cerillas se relamió los labios al ver tanta comida.

¡Qué hambre tengo! -exclamó la niña-. ¡Me gustaría probar un poco de esa torta!

La cerilla se apagó y la niña sintió un vacío en el estómago.

Voy a encender la última cerilla -dijo la niña-. Tal vez vea algo que me haga feliz.

Encendió la última cerilla y esta vez miró hacia el cielo.

Allí vio una estrella muy brillante que parecía sonreírle. Era su abuela que la miraba desde el cielo.

¡Abuela! -gritó la niña con alegría-. ¡Te he encontrado!

La abuela bajó del cielo y se acercó a la niña. La abrazó con ternura y le dijo:

Ven conmigo, mi querida. Te voy a llevar a un lugar donde no tendrás frío, ni hambre, ni tristeza. Te voy a llevar al cielo, donde estarás siempre feliz y en paz.

La abuela cogió de la mano a la niña y juntas se elevaron por el aire hacia el cielo.

A la mañana siguiente, las personas que pasaban por la calle vieron el cuerpo de la pequeña vendedora de cerillas tirado en el suelo junto a las cajas vacías. Tenía una sonrisa en los labios como si hubiera visto algo maravilloso antes de morir.

Nadie supo lo que había visto. Nadie supo que su abuela se la había llevado al cielo.

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¿Qué nos enseña el cuento de La vendedora de cerillas?

El cuento de la vendedora de cerillas nos enseña varias cosas importantes. Por ejemplo:

A valorar lo que tenemos

Nos enseña a valorar lo que tenemos y a ser agradecidos por ello. La niña del cuento no tenía nada: ni comida, ni ropa, ni casa, ni familia. Solo tenía unas cerillas que le daban un poco de luz y calor. Sin embargo, ella se alegraba de poder ver a su abuela en el fuego y de sentir su amor.

A ser solidarios y compasivos

Nos enseña a ser solidarios y compasivos con los demás. La vendedora de cerillas no recibió ninguna ayuda ni cariño de las personas que pasaban por la calle. Todos la ignoraban o la rechazaban. Nadie se preocupó por ella ni le ofreció un plato de comida o un lugar donde dormir. Esto nos muestra lo cruel e injusto que puede ser el mundo con los más pobres y desfavorecidos.

A tener esperanza

Nos enseña a tener esperanza y fe en algo mejor. La vendedora de cerillas no se resignó a su destino sino que buscó una forma de escapar de su sufrimiento. Encendió las cerillas para ver a su abuela y para imaginar un mundo más bonito y feliz. Al final, su abuela la llevó al cielo donde pudo estar en paz y sin dolor.

Estas son algunas de las lecciones que nos deja este cuento tan conmovedor y profundo. ¿Qué te parecen? ¿Qué otras cosas te ha hecho pensar este cuento?

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