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La Cenicienta (cuento para niños)

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Introducción al cuento de La Cenicienta

El cuento de La Cenicienta es un cuento de hadas que cuenta la historia de una joven hermosa y bondadosa llamada Cenicienta. Después de la muerte de su padre, Cenicienta vive con su madrastra y sus dos hermanastras, quienes la tratan mal y la obligan a hacer todas las tareas del hogar. A pesar de esto, Cenicienta siempre mantiene una actitud positiva y amable.

Argumento de La Cenicienta

Cenicienta quiere ir al baile del palacio, pero su madrastra y sus hermanastras no la dejan ir. Gracias a su hada madrina, Cenicienta logra asistir al baile y conoce al príncipe. Sin embargo, ella tiene que regresar a casa antes de la medianoche, dejando atrás un zapato de cristal. El príncipe busca por todo el reino a la dueña del zapato y finalmente llega a la casa de Cenicienta. Después de probarse el zapato, Cenicienta es reconocida como la dueña y se casa con el príncipe, viviendo feliz para siempre en un hermoso castillo.

Cuento de La Cenicienta

Había una vez una joven llamada Cenicienta, que vivía en una pequeña casa con su padre, con su madrastra y con las hijas de ésta. Cenicienta era una chica dulce y amable, que siempre trataba de hacer lo correcto.

Sin embargo, llegó el día en que su padre falleció y la dejó sola con su madrastra y sus dos hermanastras.

La madrastra de Cenicienta, era una mujer fría y distante, que solo pensaba en sí misma. Las hermanastras de Cenicienta eran igualmente desagradables, y disfrutaban de hacerla trabajar en la casa como una sirvienta.

Cenicienta hacía todo lo que su madrastra y hermanastras le pedían, con la esperanza de que algún día pudieran aceptarla como una parte de su familia. Pero, por más que se esforzaba, parecía que nunca era suficiente.

La casa en la que vivían era pequeña y llena de trabajo por hacer. Cenicienta se pasaba todo el día limpiando, cocinando y lavando la ropa. A menudo, sus hermanastras y madrastra la criticaban por su trabajo y la hacían sentir mal. Pero Cenicienta seguía adelante, tratando de mantenerse fuerte y soñando con un futuro mejor.

La vida de Cenicienta se volvió aún más difícil después de la muerte de su padre. Su madrastra y hermanastras se volvieron crueles y egoístas, tratando a Cenicienta como una esclava.

La madrastra no perdió la oportunidad de hacer que Cenicienta fuera su criada personal, mientras que sus hermanastras se divirtieron a costa de Cenicienta. Cenicienta tenía que hacer todas las tareas del hogar, desde lavar la ropa hasta cocinar, limpiar y cuidar del jardín.

Las hermanastras y la madrastra no hacían nada, solo se sentaban y criticaban el trabajo de Cenicienta. A menudo, se burlaban de ella, la insultaban y la hacían sentir mal con sus comentarios hirientes.

Cenicienta no tenía un momento de descanso, trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer, sin quejarse. Se sentía muy sola y triste, pero nunca perdió la esperanza de que algún día su vida mejoraría.

A pesar de la crueldad de su madrastra y hermanastras, Cenicienta no renunció a su bondad y generosidad. A menudo, compartía su comida y su ropa con los menos afortunados que ella, sabiendo lo difícil que era vivir en la pobreza.

Un buen día, se anunció en todo el reino que el príncipe del castillo ofrecería un gran baile en su palacio, en busca de una esposa. Las hermanastras de Cenicienta se emocionaron al escuchar la noticia, imaginando la posibilidad de casarse con el príncipe y convertirse en princesas.

Cenicienta, por otro lado, también anhelaba ir al baile, pero su madrastra no se lo permitía. La cruel mujer no quería que Cenicienta tuviera la oportunidad de ser feliz, y le dijo que no era lo suficientemente bonita o elegante como para asistir a un evento tan importante.

Las hermanastras de Cenicienta se burlaron de ella, diciéndole que no tenía ropa adecuada para el baile y que no era digna de asistir. Cenicienta se sintió triste y sola, viendo cómo sus hermanastras se preparaban para el baile con sus hermosos vestidos y joyas.

Mientras la madrastra y las hermanastras se iban al baile, Cenicienta se sintió triste y sola, viéndolas partir sin ella. Pensó en su sueño de ir al baile y conocer al príncipe, pero se dio cuenta de que parecía imposible. Se sentó en el suelo, con las lágrimas cayendo por sus mejillas, preguntándose qué hacer.

De repente, un destello de luz brilló ante ella y apareció su hada madrina. Ésta le contó que la había escuchado y había acudido a ayudarla.

La hada le preguntó a Cenicienta qué le pasaba y ella explicó su situación.

La hada madrina le aseguró que, con su ayuda, todo iba a salir bien y se dispuso a hacer un hechizo.

Cogió una calabaza que había en el jardín, la tocó con su varita mágica y la convirtió en una hermosa carroza dorada. Luego, tomó unos ratones y los convirtió en hermosos caballos blancos, listos para llevar a Cenicienta al baile.

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Finalmente, tocó el vestido raído de Cenicienta con su varita mágica y lo transformó en un hermoso vestido azul, con detalles dorados y una larga cola que ondeaba detrás de ella. También le dio un par de zapatos de cristal, que brillaban bajo la luz de la luna.

Cenicienta no podía creer lo que veía, pero se sintió agradecida y emocionada al mismo tiempo.

—Eso sí, —le advirtió la hada madrina—, tienes hasta las doce de la medianoche. A esa hora el hechizo se acabará y todo volverá a ser como era. ¡Debes ser rápida y estar de vuelta antes de las doce!

Se subió a la carroza y se dirigió al baile, con el viento soplando suavemente en su cabello y su vestido ondeando alrededor de ella.

Al llegar al baile, todos los ojos se volvieron hacia ella.

El príncipe se quedó cautivado por Cenicienta desde el momento en que la vio entrar en la sala de baile. Bailaron juntos toda la noche, hablando y riendo mientras disfrutaban de la música y las luces brillantes. Cenicienta se sintió en el paraíso, disfrutando de la compañía del príncipe y deseando que la noche nunca terminara.

Pero pronto, Cenicienta se dio cuenta de que el tiempo había pasado muy rápido y que su transformación se acabaría en breve. Se sintió abrumada por la tristeza al pensar en tener que volver a la vida de siempre, sin su hada madrina y sin el príncipe.

Sin embargo, antes de que pudiera decir adiós al príncipe, las campanas sonaron anunciando la medianoche. Cenicienta se apresuró a salir de la sala de baile, corriendo por los pasillos y bajando las escaleras. Al llegar a la entrada, se dio cuenta de que había perdido un zapato de cristal.

El príncipe, quien había notado la desaparición de Cenicienta, la siguió corriendo y encontró en las escaleras un pequeño zapato de cristal. El príncipe sabía que había encontrado a su verdadero amor y estaba decidido a encontrarla.

El príncipe estaba decidido a encontrar a la dueña del zapato de cristal y estaba dispuesto a probarlo en todas las jóvenes del reino. Así que, partió en una búsqueda exhaustiva, visitando todos los pueblos y ciudades del reino.

Finalmente, el príncipe llegó a la casa de Cenicienta. Las hermanastras, cuando oyeron la explicación sobre el zapato de cristal, intentaron engañarlo haciéndole creer que el zapato les pertenecía.

Pero era imposible, aquel zapato no era de su talla.

El príncipe empezó a sospechar que algo no estaba bien en aquella casa, y se negó a irse sin probar el zapato en todas las jóvenes de la casa.

Allí, en el fondo, Cenicienta se escondía entre cortinas, porque así se lo había ordenado su madrastra: Que mientras el príncipe estuviera allí, ni se le ocurriera salir.

Pero haciendo uso de su poder real, el príncipe expresó su deseo de que aquella niña harapienta se probara también el zapato.

Para sorpresa de todos, el zapato le quedó perfectamente.

El príncipe estaba asombrado y lleno de alegría. Sabía que había encontrado a su verdadero amor, y no podía esperar para pedirle que se casara con él. Cenicienta estaba igualmente emocionada y feliz, sabiendo que había encontrado al hombre de sus sueños.

Así que el príncipe, tomó a Cenicienta de la mano y la llevó al castillo, donde comenzaron a planear su boda.

Cenicienta estaba asombrada de la magnificencia del castillo, con sus torres altas y sus jardines hermosos. Era difícil creer que su vida había cambiado tanto en tan poco tiempo, de ser una sirvienta maltratada a una princesa amada.

La boda fue un evento majestuoso, con invitados de todo el reino. Cenicienta lucía deslumbrante en su vestido de novia, mientras el príncipe la miraba con amor en sus ojos. El sol brillaba, los pájaros cantaban, y el aire estaba lleno de la dulce fragancia de las flores.

Después de la boda, Cenicienta se convirtió en la princesa del reino, y vivió feliz junto al príncipe. Juntos, gobernaron sabiamente y llevaron prosperidad a su pueblo. Y aunque a veces extrañaba su vida anterior, nunca olvidó lo afortunada que era de haber encontrado al amor de su vida.

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¿Qué nos enseña el cuento de La Cenicienta?

El cuento de la Cenicienta es un cuento de hadas que transmite una serie de valores y mensajes. Uno de los valores más importantes que se pueden extraer del cuento es la bondad y la humildad. A pesar de que Cenicienta es maltratada por su madrastra y sus hermanastras, ella siempre mantiene una actitud positiva y amable. Otro valor importante es la perseverancia y la lucha por lo que uno quiere. Cenicienta quiere ir al baile del palacio y gracias a su hada madrina, logra hacerlo realidad. También se puede extraer el valor de la justicia, ya que al final del cuento, Cenicienta es recompensada por su bondad y humildad al casarse con el príncipe y vivir feliz para siempre en un hermoso castillo.

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