el soldadito de plomo

El soldadito de plomo (versión clásica)

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Introducción al cuento El soldadito de plomo

El soldadito de plomo es un cuento clásico escrito por el famoso autor danés Hans Christian Andersen. Se trata de la historia de amor entre un soldado de plomo que le falta una pierna y una bailarina de papel que tiene una falda de pétalo de rosa. Ambos se enamoran a primera vista pero son separados por las circunstancias y los enemigos. El soldadito vive muchas aventuras y peligros hasta volver a encontrarse con su amada, pero el destino les tiene reservado un final trágico y hermoso a la vez. Es un cuento que nos habla del valor, la aceptación, el amor y la esperanza.

Cuento de El soldadito de plomo

Érase una vez veinticinco soldaditos de plomo, todos hermanos, ya que los habían fundido de la misma vieja cuchara. Armas al hombro y la mirada al frente, con sus bonitas guerreras rojas y sus pantalones azules. Eran el regalo de cumpleaños de un niño muy bueno que los colocó en su mesa junto a otros juguetes.

Entre ellos había una bailarina muy bonita que vestía una falda hecha con un pétalo de rosa y tenía una cinta azul en el pelo. Lo más curioso era que ella también tenía una sola pierna y se sostenía sobre la punta del pie como si estuviera bailando.

El soldadito más pequeño se enamoró perdidamente de ella desde el primer momento en que la vio y no podía apartar sus ojos de su belleza. Ella también lo miraba con ternura y le sonreía dulcemente.

Pero antes de que pudieran hablar o acercarse más, el niño los guardó en su caja y se fue a dormir.

A medianoche, cuando todos dormían, los juguetes cobraron vida y empezaron a divertirse. Había payasos, ositos, muñecas, coches y trenes. Todos jugaban y reían excepto el soldadito y la bailarina que se miraban desde lejos con amor.

Sin embargo, había un juguete malvado que estaba celoso del soldadito. Era un duende negro que vivía dentro de una caja de sorpresas y que salía cada noche para hacer travesuras. Al ver el amor entre el soldadito y la bailarina decidió separarlos para siempre.

Así que cuando nadie lo veía se acercó al borde de la mesa donde estaba el soldadito y le dio un empujón tan fuerte que lo hizo caer por la ventana.

El pobre soldadito salió volando por los aires hasta caer en la calle donde llovía a cántaros. Allí fue arrastrado por el agua hasta llegar a una alcantarilla donde lo encontraron dos niños malos.

-¡Mira! ¡Un soldadito! – dijo uno.

-¡Qué feo! ¡Solo tiene una pierna! – dijo el otro.

-Vamos a hacerle un barquito de papel y lo pondremos a navegar por el río – propuso el primero.

Y así lo hicieron. Doblando un periódico viejo hicieron un barquito y pusieron al soldadito dentro. Luego lo soltaron en el río donde las olas lo zarandeaban sin piedad.

El soldadito se sentía muy triste por haber perdido a su amada bailarina y pensaba si volvería a verla algún día. Pero no perdía la esperanza ni la valentía y se mantenía firme en su puesto como todo buen soldado.

Mientras tanto, en la habitación del niño, la bailarina lloraba desconsoladamente por la desaparición del soldadito. Ella también lo amaba con todo su corazón y deseaba estar con él para siempre.

Pero el duende negro se burlaba cruelmente de ella y le decía:

-¡Ja ja ja! ¡Tu novio se ha ido para no volver! ¡Nunca más lo verás! ¡Te quedarás sola toda tu vida!

La bailarina no le hacía caso al duende malo sino que seguía llorando sin consuelo.

el soldadito de plomo

Volviendo al río donde navegaba el barquito del soldadito nos encontramos con otro peligro: un enorme pez hambriento que vio al barquito como un bocado apetitoso.

El pez abrió su enorme boca y se tragó al barquito de papel con el soldadito dentro. El soldadito se vio rodeado de oscuridad y sintió mucho miedo. Pero no se rindió y siguió sosteniendo su arma al hombro como todo buen soldado.

Al día siguiente, el pez fue pescado por un pescador que lo llevó al mercado. Allí lo compró la cocinera de la casa del niño que tenía los juguetes. Ella lo llevó a la cocina y lo cortó con un cuchillo para prepararlo para el almuerzo.

Cuando abrió el vientre del pez se llevó una gran sorpresa al ver al soldadito de plomo dentro. Lo cogió con cuidado y lo limpió con un paño.

-¡Qué extraño! ¡Un soldadito de plomo en el estómago de un pez! – exclamó la cocinera – Se lo voy a enseñar al niño que le encantan los juguetes.

Y así lo hizo. Subió las escaleras y entró en la habitación del niño donde estaban todos los juguetes. Allí estaba también la bailarina que seguía llorando por su amado.

La cocinera le mostró al niño el soldadito y le contó cómo lo había encontrado en el pez. El niño se puso muy contento al reconocer a su soldadito perdido y lo puso sobre su mesa junto a la ventana.

El destino quiso que el soldadito de plomo regresara a la casa donde había nacido y donde había conocido a la bailarina de papel. Pero su felicidad duró muy poco, pues el duende negro que habitaba en la caja de sorpresas seguía empeñado en separarlos por siempre.

Aprovechando que el niño se había ido a comer y que nadie vigilaba los juguetes, el duende sopló con todas sus fuerzas hacia la ventana donde estaba el soldadito. Entonces se produjo un fuerte vendaval que hizo que la ventana se abriera de golpe y que el soldadito saliera volando por los aires hasta caer dentro de la chimenea.

Allí le esperaba un terrible destino: un fuego voraz que devoraba los troncos con sus lenguas rojas y anaranjadas. El soldadito sintió un calor sofocante y vio cómo su cuerpo de plomo empezaba a derretirse lentamente.

Pero no perdió la esperanza ni el valor. Siguió mirando hacia arriba, hacia la ventana donde estaba su amada bailarina. Ella también lo miraba con angustia y desesperación. Sabía que era el final y quiso estar con él hasta el último momento.

Entonces ocurrió algo maravilloso: otro soplo del duende hizo que el pétalo de rosa que servía de falda a la bailarina se desprendiera y la llevara volando hacia la chimenea.

Allí se encontraron los dos enamorados: el soldadito y la bailarina. Se abrazaron con ternura mientras las llamas los rodeaban con su calor mortal.

Pero no sintieron dolor ni miedo sino solo amor y paz. Murieron juntos como habían soñado vivir juntos.

Al día siguiente, cuando fueron a limpiar las cenizas de la chimenea encontraron algo muy curioso: una pequeña figura en forma de corazón hecha con plomo derretido. Era todo lo que quedaba del valiente soldadito y su hermosa bailarina.

Y así termina este cuento tan triste pero tan hermoso sobre el poder del amor verdadero que nada ni nadie puede romper.

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¿Qué nos enseña el cuento de El soldadito de plomo?

El cuento de el soldadito de plomo nos enseña muchos valores, como por ejemplo:

La importancia del tesón

La fuerza de voluntad, el tesón y la valentía para enfrentar las dificultades y los obstáculos que se presentan en la vida.

Respeto al diferente

La aceptación y el respeto a las diferencias, tanto propias como ajenas. El soldadito no se avergüenza de su discapacidad ni se deja intimidar por los que se burlan de él. La bailarina lo ama tal como es y no le importa su condición.

El amor verdadero no conoce diferencias

El amor verdadero y desinteresado que supera todas las barreras y los prejuicios. El soldadito y la bailarina se quieren con sinceridad y se sacrifican por estar juntos hasta el final.

La esperanza

El destino y la esperanza en una vida mejor después de la muerte. El soldadito y la bailarina sufren mucho en este mundo pero al morir se convierten en un corazón de plomo que simboliza su unión eterna.

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